1. De las líneas paralelas
Fue en una noche rara en algún pub o bar de mala muerte, en donde se me ocurrió recordar mediante mis palabras lo que había sucedido hasta entonces. Estaba borracho y, para volver en mi, hice un esfuerzo más para poder alzar la vista hacia un haz de luz proveniente de un foco que apuntaba en diagonal hacia la pista de baile.
Se oían canciones pegajosas, se veían amoríos por todos lados. También algún que otro borracho en extremo y algunas chicas complacientes. Bueno, de por si, esa sería la gran temática de nuestra historia. Digo nuestra porque nos involucra. Un gran grupo de amigos sin coherencia y con ganas de hacer extremas todas nuestras acciones, ya sea en la pista o en una situación cualquiera, donde lo único que resta es divertirse hasta el cansancio. Y, desde luego, hemos sacado provecho de todos aquellos momentos.
Decía que las chicas complacientes serían la gran temática de nuestra historia y, si bien es lo que más gracia y melancolía me da, no queda lugar a dudas de que es una parte importante de todo lo que nos había sucedido hasta entonces. Nos hemos inmiscuido, uno por uno, en diferentes redes amorosas que, a veces, llegaban a rozarse y nos perjudicaban. Sin embargo, lo más importante en estos casos no es lo que nos hace sino lo que nos dice. Y entonces, decido poner al fuego todos mis sentimientos y emociones con tal de que la historia sea la beneficiada.
Y yo seguía allí, en mi pequeño rincón sombrío, alejado de todo el vértigo y la luminosidad de la pista, donde el goce era eterno y parecía no tener un fin cercano, algo que lo acabara de una vez por todas. Mucha gente se me acercaba a preguntarme sobre mi estado físico y mental. Sostuve firmemente que me dejaran en paz, que no había forma de que me pasara algo. Sin embargo, desde mi interior sentía un leve desagrado por lo que había acabado de decir que, más que nada, era para quedar bien con los demás y no preocuparlos por mi estúpida borrachera.
Así y todo, seguí con mi idea firme de escribir este texto que encerraría todas nuestras vivencias, desde el año dos mil dos hasta el dos mil cuatro, trascendiendo el nuevo siglo y las nuevas sensaciones. A pesar de mi agobiante embriaguez, seguía manteniendo que esto sería una gran idea, una clave para poder dar el primer paso que desencadenaría, en forma de estampida, el gran éxito de mis obras literarias. Obviamente que, más allá de que sentía con firmeza de que estaba escribiendo mi primera novela. Una micro novela, si, como a mi me gusta llamarla. Porque si bien es cierto que podría escribir mucho, también es cierto que me conformo con poco y que soy amante de lo breve. Es decir, mis cuentos.
Amén de todo esto que acabo de decir, sentía algún resquemor por contar toda la memoria de nuestro grupo en algo para leer, algo para los extranjeros a la historia, para los lectores. Y si bien lo medité una y otra vez, pude entender que podía tergiversar algunas cuestiones y que todo cambiaría finalmente, ya que no valía la pena poner en tela de juicio nuestras actitudes, sino lo que se lee. No necesito hacer algo así como un “basado en un hecho real” para ser feliz y ser exitoso, no es necesario. La clave está en la historia, y si se requiere cambiar todo el elenco, modificar ciertas cosas para que queden bien y matar a algunos otros personajes, bienvenido sea. Y, si bien comenzaba diciendo que todo sería “nuestra historia”, la verdad que ahora me apasiona la idea de que dentro del mismo cuadro, el mismo contexto y las mismas ideas, se cambie todo un poco -o mucho, depende de la circunstancia-, para que quede como novela de ficción bien. Al fin y al cabo, nadie hizo un retrato fiel de todo lo que vivió en ninguna de sus novelas. Tampoco un pintor. Porque es un hecho que Van Gogh no tenía esos colores en su piel y que Picasso no veía formas angulosas por todos lados. Es la realidad que pensamos la que voy a contar, la realidad que nos gusta, no la realidad que todos suponemos ver.
Sin embargo, nadie -ni yo- sabía que, tras esa noche, algo nos cambiaría para siempre y nos llevaría a otros lugares.
The Strokes - Is this it (2001)
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Trailer de "The adventures of Sebastian Cole" (1998), de Tod Willams